- Sheila Alvarado creó el ABC ilustrado de la biodiversidad del Perú después de su residencia como artista invitada en la Estación Biológica de Cocha Cashu, en el Parque Nacional del Manu, como un diario de viaje.
- Con el tiempo, el proyecto evolucionó en un libro que combina poemas, anotaciones, dibujos y acuarelas para compartir lo aprendido sobre diversas especies de la Amazonía.
- Es un libro dedicado a las infancias peruanas con el objetivo de transmitirles el amor y asombro por la biodiversidad del país.
- “De alguna manera, todos tenemos un abecedario interior lleno de animales, plantas, recuerdos, olores, sensaciones, sabores y a veces no nos sentamos a ver exactamente de dónde vienen, de dónde son o en qué estado se encuentran”, dice la autora en entrevista con Mongabay Latam.
Adentrarse en la Estación Biológica de Cocha Cashu se siente como llegar al fin del mundo. Sheila Alvarado se recuerda en 2015, navegando por el río que serpentea el corazón del Parque Nacional del Manu, observando los cambios del paisaje, escuchando a las oropéndolas y viendo sus nidos en forma de gota de lluvia balancearse con el viento en los árboles. Más tarde pudo presenciar un eclipse de luna. Cuando todo quedó en penumbra, vio emerger del agua pequeñas esferas anaranjadas como pelotas de ping-pong destellantes: eran los ojos de los caimanes. En ese rincón remoto de la Amazonía, ver a los animales en libertad marcó profundamente la vida y la obra de la ilustradora y escritora peruana.
“Era todo tan hermoso, tan confuso. No sabías si tener miedo o sentirte maravillado por la belleza de lo que estaba pasando. Creo que uno siente ahí que nosotros somos los invitados”, dice Alvarado.

Diez años más tarde de aquella experiencia donde visitó el área como artista invitada a pasar unos días en la selva, aprendiendo de la naturaleza, Alvarado pudo materializar en un libro los dibujos y anotaciones que hizo en su libreta de viaje. “ABC ilustrado de la biodiversidad del Perú” es un libro dedicado a las infancias peruanas con el objetivo de transmitirles el amor y asombro que la autora siente por la biodiversidad de su país.
“Cocha Cashu representó un antes y un después para mí. Antes de estar allá, yo hablaba sobre cosas que inventaba para los cuentos o los poemas. Pero a partir de mi visita a la estación, tuve la necesidad de compartir toda esa información y todo mi universo se volcó a investigar sobre la biodiversidad. Esa visita a Cocha Cashu cambió mi panorama artístico y las cosas que estoy haciendo ahora”, dice la artista.
En Mongabay Latam conversamos con la autora sobre el proceso de creación de este libro ilustrado.

—El ABC ilustrado de la biodiversidad del Perú nació como un diario de viaje en la Estación Biológica de Cocha Cashu. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Estuve en la Estación Biológica de Cocha Cashu por una invitación del ecologista peruano Ernesto Raez, quien me invitó como artista. No me pidieron absolutamente nada, ni que diera cursos o talleres, sino que simplemente fuera a vivir la experiencia. Luego comprendí por qué: cambió mi vida, mi trabajo, me redireccionó todo lo que estoy haciendo hasta ahora y lo que quiero hacer a futuro.
Fue impresionante desde el inicio. El viaje fue muy largo. En el camino, Ernesto me iba contando sobre la experiencia, qué se hace y las personas que están allá. Tuve la suerte de ingresar con dos biólogas que estaban haciendo una investigación sobre mariposas, lo cual fue muy curioso porque ese mismo mes yo estaba cerrando una exposición que se llamaba “Del cazamariposas y otros cuentos”, así que pasé de hacer grabados, dibujos y trabajar todas estas cosas, a literalmente viajar con dos cazamariposas por dos días en el río.

Luego seguí a otras chicas que estaban haciendo avistamiento de aves, algunas que estaban haciendo investigaciones sobre nutrias de río, otras sobre monos, sobre crecimiento de las plantas, sobre mamíferos. Hubo una exposición sobre la misma Cocha Cashu y cómo había cambiado. Era una gran cantidad de información, no solamente de los biólogos, sino de las personas que trabajaban ahí, como algunas de la comunidad Machiguenga.
Fue en 2015 y estuve como 15 días allá. Una de las cosas que más quiero hacer en realidad es volver. Me dejó con todas las preguntas que he tratado de responder en estos años. Lo que empezó como un pequeño diario de viaje, se terminó convirtiendo en apuntes para no olvidar y luego empecé a tratar de mejorar mis propios dibujos o la forma en cómo componía la información.

—¿Cómo es Cocha Cashu? ¿Cuál fue su primera impresión al llegar?
—Se siente que estás en el fin del mundo. Para mí es muy importante la presencia del río y cómo va cambiando el paisaje mientras avanzas. El libro empieza con un dibujo de una garza porque es uno de los animales que vi al inicio. Recuerdo haber pasado por una curva y de pronto había un ronsoco (Hydrochoerus hydrochaeris), pero que estaba puesto como el Rey León, mirando hacia arriba con toda la dignidad del mundo, donde le caía el sol. Era hermoso, parecía el rey del paraje.
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Había que estar atento en todo momento. Fue aprender a observar. Creo que es lo que más aprendí, a realmente ser consciente de mi existencia. En ese lugar literalmente te levantas y lo primero que tienes que hacer es ver si tienes algún animal encima. Te pones los zapatos, pero antes los abres y los limpias para ver que no haya entrado algo. Antes de agarrar el pasamanos, tienes que verlo porque puede haber un insecto. Si en tu camino ves una rana, simplemente la bordeas porque ella tiene prioridad allí.
Cocha Cashu es un lugar hermoso, es un lugar libre y es un lugar que espero que se mantenga así por muchos años, por muchas generaciones, para que más artistas, escritores, biólogos, investigadores y fotógrafos puedan seguir compartiendo todo lo que hay ahí y generando imágenes para que la gente pueda empatizar, moverse, saber de su existencia y también querer cuidarlo.

—¿Cómo seleccionó las especies que aparecen en el libro? ¿Qué técnicas eligió para ilustrarlas?
—Cuando empecé, no tenía una idea clara. Al principio fue sobre aves, después de arañas, después de animales mixtos; empezaron los animales, los alimentos y las plantas a meterse dentro de mis cuentos y los proyectos que ya tenía. Por ejemplo, la garza blanca (Ardea alba) es un ave que a mí me gusta muchísimo y que siento que me acompañó en el camino, pero al mismo tiempo la letra “G” la guardé para el gallito de las rocas (Rupicola peruvianus), porque es un ave bastante emblemática acá. Entonces decidí meter a la garza en la dedicatoria del libro. Cuando no podía utilizar algo que yo quería, lo he ido metiendo por otro lado.
La serpiente coralina (Micrurus peruvianus) fue algo que me impresionó, porque justo había un chico que estaba investigando sobre ellas. Tomaron una por unos 30 minutos para verla y luego soltarla. En algún momento pude tenerla cerca y dibujarla, hacer los apuntes. Cuando estaba haciendo el libro quería dibujarla y poner esa experiencia que había tenido al tener tan cerca ese animal tan hermoso y tan pequeño, pero al mismo tiempo tan venenoso.

Después, las nutrias. A ellas quería ponerlas porque justo cuando fui, los chicos estaban con lo que ellos llamaban “fiebre de nutrias”. Recuerdo que en un momento vi que toda la gente se apresuraba y yo me preguntaba qué estaba pasando. Me llamaron, los seguí y los encontré a todos en la cabaña, viendo. Era una nutria que acababa de tener crías y, como están justo en un lugar donde la gente las cuida y no las amenaza, las crías eran muy curiosas y se acercaban. Todos aprovecharon para tomar fotos. Era muy bonito, porque estos animalitos tan salvajes se acercaban y todo el mundo se mantenía ahí. A eso lo llamaban “fiebre de nutria”, porque todos estaban maravillados y todos querían verlas.
Lo que hice fue meter más especies aprovechando otras que ya estaban dentro. Por ejemplo, con el picaflor silfo de cola larga (Aglaiocercus kingi), aproveché para meter la cantuta (Cantua buxifolia), que es la flor nacional y siempre me ha gustado. También la flor de la maracuyá, que siempre me ha parecido muy rara, aproveché para meterla con la xylocopa o abejorro carpintero (Xylocopa splendidula).
Si bien soy artista plástica, llevo muchos años trabajando y he hecho varios libros, cuando yo hablaba de un ave simplemente la inventaba, pero realmente nunca me había puesto a pensar en cómo es tal ave, cómo vuela, su nombre científico, su nombre común, qué hace, qué come. Tuve que aprender también a dibujar los animales. Luego fui manejando mejor el lenguaje, fui investigando, fui hablando cada vez con más biólogos. La investigadora Roxana Arauco, la bióloga Meysi Serrano, la experta en aves Priscilla Pellisier y el profesor de botánica andina Justo Mantilla, con su pasión por sus profesiones, me motivaron a seguir aprendiendo.

—La biodiversidad de Perú es una de las más ricas del mundo. ¿Qué desafíos encontró al intentar representar su magnitud en un formato tan particular como el abecedario?
—Tengo las listas que hice y como tres carpetas de investigación. Hay una donde sólo tengo los dibujos y las acuarelas, con todas las tipografías y los abecedarios con las letras que hice. Empecé por las que a mí me gustaría poner. Luego empecé a sacar algunas que yo sentía que ya eran más o menos conocidas para mantener aquellas que yo quería demasiado. Traté de utilizar especies que se vieran en la costa, sierra y selva, porque quería que fuera bastante variado.
Intenté que tuviera aves, plantas, árboles frutales, animales del mar y del río, insectos. En el camino aprendí que las arañas no son insectos, sino arácnidos, entonces traté de meterlas también. Mientras iba aprendiendo, iba tratando de seleccionar.

En un momento dije que le daría prioridad a los animales que estuvieran en peligro de extinción pero, lamentablemente, casi todos estaban al borde. Al final continué con la lista tratando de poner elementos que para mí también eran especiales y que sentía que su belleza no se notaba a veces por su forma, como el ichu (Stipa ichu), una planta que está en casi todo el altiplano, que pareciera ser muy sencilla, con sus hojas doradas, pero a mí me parece una especie súper noble, que sirve para alimentar y sus raíces son como una esponja, que renuevan el suelo, que se pueden utilizar en la construcción de las casas para aislar el frío o incluso se han usado para construir puentes grandes para que pase la gente.
Traté de compartir esa belleza que yo encontraba en estos elementos y al mismo tiempo de diversificar. Creo que he logrado un buen balance, pero seguramente se podrían hacer diez abecedarios más sobre biodiversidad.

—El libro combina poesía, ilustración e información científica. ¿Cómo fue el proceso de equilibrar estos tres lenguajes para crear una experiencia educativa y emotiva al mismo tiempo?
—Cuando ya tenía toda la investigación y había decidido más o menos los animales, empecé a leerlo y me di cuenta de que no era solamente la idea de contarlo, sino que realmente tuviera algo que hiciera que persistiera ese aprendizaje más intrínseco, entonces decidí jugar con la poesía.
Pero no quería, al mismo tiempo, hacer el típico poema, sino que realmente toda esta investigación que había hecho llegara a la gente con un trasfondo e información certera. Que en cada poema hubiera información sobre la especie, qué come, cómo es, si tiene alguna característica especial, si trabaja sola o en conjunto, en dónde está, si tiene problemáticas para su existencia.
Cuando hablamos del choclo, siento que si bien es una especie que todo el mundo conoce, traté de darle la vuelta y buscar algo distinto. Se me ocurrió poner iconografías de diferentes culturas peruanas sobre el choclo. Y así fue como le dimos la vuelta al libro para que fuera variado, poniendo elementos. De la ballena, la gente siempre dice que come no sé cuántos kilos de krill. Y mi pregunta era, ¿y cómo es el krill? Entonces puse su dibujo.
Ese tipo de detalles, que a mí personalmente me ayudan a aprender, fue lo que traté de poner en el libro. Hay muchos tipos de inteligencias, por eso quería que los chicos y las personas que lo leyeran, dependiendo de sus diversas inteligencias, pudieran encontrar algo que pescara su atención, como un pequeño anzuelo.

—Sus ilustraciones transmiten una profunda conexión con la naturaleza. ¿Qué técnicas utilizó para lograr que cada especie tuviera su propia «voz» visual?
—Decidí utilizar el lápiz y la acuarela porque me remiten mucho a los antiguos libros, a los primeros libros botánicos de los expedicionistas, los diarios de viaje. Yo sentí que también iba a necesitar la acuarela porque muchos de estos animales tienen tipos de pieles distintos, las plumas se mueven, brillan y tienen diferentes tonalidades. Las nutrias son de un color marrón y café, pero no de un color sólido. Lo mismo pasa con las plantas y las flores, con el trasluz y los degradados. Sentí que me iba a dejar jugar con el espacio, porque siempre quise que las cosas fluyeran.
El libro está hecho para que puedas ir página tras página, pero puedes abrir cualquier página y leerlo. Están las imágenes integradas al poema y es como una pequeña historia. Jugar con la acuarela me daba ese pequeño traspaso de un estado al otro, pero sin invadir la otra página. Los degradados me ayudaron mucho en eso.

—Uno de los mensajes clave del libro es la necesidad de proteger la biodiversidad. ¿Qué papel cree que tienen el arte y la literatura en la educación ambiental?
—El libro está dedicado a las infancias de Perú, porque realmente creo que uno no ama lo que no conoce y no protege lo que no ama. Es así de sencillo. ¿Quién va a alzar la voz por algo que no sabe que es suyo?
Los libros que uno lee en los primeros años pueden marcar tu vida emocional y laboral. Deberíamos aprovechar a esas pequeñas esponjas [los niños] para dar contenidos que realmente sean importantes. ¿Por qué enseñar el abecedario con “A” de “ala”, cuando podemos utilizar el águila arpía? Utilicemos todos estos conocimientos de la mejor forma, integrándolos y contándoles sobre la biodiversidad que también es parte de nosotros, porque nos necesitamos unos a otros para subsistir de alguna manera. Es súper importante que los chicos puedan entender y empatizar con el medio ambiente.
Hacer que los chicos conozcan estas pequeñas cosas es, al mismo tiempo, dejarles semillas para que en el futuro, cuando vean que están creando una ley para deforestar la selva, levanten la voz. Es así de simple: alimentar mentalmente a ciudadanos que luego puedan defender su propio territorio y su subsistencia.

—¿Qué reacciones ha tenido el libro hasta ahora?
—Estoy realmente muy contenta por las reacciones de las últimas semanas. Me están mandando fotografías, dibujos y audios de chicos que lo que más tienen son preguntas. El libro nunca quiso generar certezas, lo que quería era generar preguntas y que tú te quedaras como yo cuando volví de Cocha Cashu. Me mandan consultas sobre aves o imágenes de chicos que están haciendo sus propios abecedarios.
Me alegra mucho que la gente se dé cuenta de que, para encontrar a todas estas especies maravillosas, solo tienes que observar. Algunas han empezado a hacerlo y ahora podrían hacer sus propios abecedarios, eso es maravilloso.

Algo que esperaba era que a los chicos les gustaran los poemas, que aprendieran más sobre los animales, que la información se les quedara jugando. Cuando tú llegas a la literatura en el colegio, la ves como una tarea que tiene que ser calificada y eso recorta las ganas no solamente de leer los libros —porque claro, a los niños no les gusta hacer tarea—, sino porque no puedes escoger los libros que quieres.
Cuando la gente me pregunta: «¿Pero cómo hago para que mi niño lea esto?”. Yo le digo: «Pregúntale qué quiere leer». Si le gustan las arañas, cómprale libros de arañas.
Luego me responden que quisieran que leyeran “algo más importante”. Pero les contesto que ya llegará el momento porque todo el mundo tiene su propio proceso. Lo importante es que vayan leyendo, que se vayan nutriendo. Así que es realmente una alegría que el libro esté generando muchas preguntas. Mi sueño, en realidad, es que este libro llegue al Plan Lector en Perú. Que llegue a los colegios, es lo que más me interesa. Que los profesores también tengan guías para aportar más información a los chicos. Mi sueño es que los chicos quieran hacer muchos más abecedarios en el camino.

—¿Hay algún mensaje personal que quisiera compartir con quienes lean este libro y se encuentren con la vida que habita en las montañas, los ríos y las selvas del Perú?
—Me gusta la idea de que, así como yo hice este abecedario en torno a las especies que me gustan o me causan más curiosidad, empiecen a preguntarse también cuáles son las especies que a ellos les gustan o les causan curiosidad. De alguna manera, todos tenemos un abecedario interior lleno de animales, plantas, recuerdos, olores, sensaciones, sabores y a veces no nos sentamos a ver exactamente de dónde vienen, de dónde son o en qué estado se encuentran.
Quizás te gusta una planta y ya está desapareciendo. Podría ser muy tarde para cuando te des cuenta de que ya no existe. Hay que preguntarnos, dentro de nuestro propio abecedario, dónde están, cómo están y cómo hacemos para que esos recursos sigan existiendo para las próximas generaciones.
Insisto en que pensemos que uno no ama lo que no conoce y no protege lo que no ama. Así que compartamos las cosas que nos gustan para que todos podamos protegerlas en conjunto.

*Imagen principal: fauna silvestre, en la portada del libro «ABC ilustrado de la biodiversidad del Perú». Ilustración: cortesía Sheila Alvarado